La Realidad da miedo.
Incluso a los adultos.
En un mundo caótico e incierto, la mayoría de nosotr@s tenemos una fuerte necesidad de controlar las cosas muy de cerca.
Es de comprensible, ¿quién no lo haría?
Tenemos que ser cuidados@s a cada paso. No queremos decir la cosa errónea. No podemos ofender. Ya hemos experimentado todo ese dolor en el pasado y debemos hacer todo lo que podamos para evitar la vergüenza; esquivar el ridículo que podría infligir nuevos cortes a nuestra ya, magullada piel.
Estamos super al tanto de la imagen que proyectamos de nosotr@s mism@s. Necesitamos ser vist@s como profesionales. Seri@s. Definitivamente no ser rar@s. Ser raro no es cool.
Es peligroso dar un paso en falso, ya que tenemos una imagen relajada e intachable que mantener.
Así que nos entrenamos para reforzarnos.
Juzgamos. Bloqueamos. Nos escondemos.
Esto hace que nuestro sentido del control incremente, y reduce el riesgo de cometer algún error.
Incluso cuando sabemos que no deberíamos intentar ser perfect@s, nos morimos de ganas de serlo.
Dependemos de que las cosas cambien del modo que queremos que lo hagan.
Hemos elegido y no osamos a aflojar nuestro agarre de cómo hemos decido que el mundo debe ser.
Hacemos esto porque somos normales.
Hacemos esto porque es de nuestro interés (ser y sentirnos segur@s)
Pero, ¿es así?
¿Es de nuestro interés ser rígid@s; estar moldead@s por nuestros miedos; estar profundamente apegad@s a los resultados de las cosas?
El problema es que cuando cerramos nuestras mentes y nuestros cuerpos, estamos denegando la exploración y el crecimiento y, la mayoría de nosotr@s, estamos denegando el desarrollo hasta nuestro pleno potencial.
¿Podría ser que para sentirnos llen@s; para conocer un placer más profundo; para aprender más efectivamente; para ir más allá en nuestro genio creativo, necesitemos hacer las cosas un poco más diferente?
Encontrar nuestro potencial requiere un modo de acción al que la mayoría de nosotr@s somos ajen@s.
Ese modo es jugar.
Pensemos en los mayores descubrimientos del pasado. Cuando miramos con más detalle al momento del descubrimiento, solemos encontrar que el resultado no era intencionado.
A lo mejor el inventor cometió un error, o estaba jugando o probando o tocando algo sin esperar nada, lo que luego condujo a una materialización.
Por ejemplo, la impresora de inyección de tinta la inventó un trabajador de Canon cuando dejó una plancha caliente encima de su bolígrafo sin querer. En ese momento la tinta salió disparada del bolígrafo, conduciendo a la revelación.
El muelle Slinky fue descubierto después que un ingeniero de la marina, Richard James, tiró accidentalmente un muelle que se usaba para mantener instrumentos sensibles en su sitio, en el barco. Cayó de pie, lo que le dio la idea de crear el juguete.

Estos dos ejemplos tratan de la invención de un productos, pero ya nos dan pistas sobre el valor de la exploración sin expectación.
Esencialmente, l@s inventor@s fueron recompensad@s por permitirse que una nueva perspectiva de la realidad emergiese. Tan sólo dejaron que la física siguiera su curso.
Si tropiezas, has que sea parte de tu baile.
Desconocido
Si continuamos imponiendo límites a las cosas para, supuestamente, hacer que nuestras vidas sean más fáciles; estamos restringiendo la magia que se manifiesta cuando nuevos objetos se encuentras con otros; cuando de crean nuevas conexiones.
¿Qué es exactamente ‘jugar’?
… y, ¿qué significa especialmente para nosotros, ‘los adultos’?
Lo podríamos definir como un proceso de exploración sin expectación, de juguetear con la realidad, o de probar cosas para ver qué pasa.
Es entrenar nuestros cerebros indicándoles que no hay fronteras.
Jugar es dejarse ir.
Jugar nos permite relajarnos. Nos permite crear conexiones que conducen a nuevos descubrimientos. Nos inunda de energía.
Nos ayuda a superar los bloqueos creativos y a crear en volumen.
Fomenta la auto expresión.
Eramos tan buenos jugando cuando éramos niñ@s porqué aún no habíamos empezado a poner límites a todo.
Picasso enfatizó esto cuando dijo:
Me llevó 4 años pintar como Rafael, pero una vida pintar como un niño.
El mero hecho de observar las cosas ya es un modo de jugar.
Al interactuar con nuestro entorno es como salimos de nuestras propias cabezas. Es como nos tomamos un respiro en el juicio constante, de modo que tan solo fluimos.
Moverse, bailar, nadar, jugar a juegos, hacer ejercicio, andar, mirar a las personas. Estos son todos modos de practicar; pero hay otros tipos de juegos.
Un modo de juego que podemos usar cuando nos sentimos encallad@s, es simplemente sentirnos bien creando mierda.
Si, por ejemplo, no sabemos qué escribir, escribamos cualquier cosa sin expectativa, más allá de tener un argumento.
Se empezarán a crear nuevas conexiones. Vamos a aflojar un poco y emergerá una chispa de visión.
Parte de ello es estar cómod@s con el volumen y el exceso: producir más, extrayendo las gemas, y estando bien con saber que muchas van a ser descartadas.
Picasso de nuevo:
Tienes que tener una idea de lo que vas a hacer, pero debe ser una idea vaga.
Reserva tiempo para aventuras. Ve a pasear con una libreta y escribe cualquier idea que te venga a la cabeza. Explora tu ciudad. Haz fotos. Haz un scrap book.
Entra con suavidad en más cosas que son diferentes e incómodas. Aprende a reír en los momentos duros, más que huir de ellos.
Entrénate para sentirte bien con ese sentimiento de vulnerabilidad a medida que saltas al abismo. Es un signo de que estás entrando en un territorio nuevo que expande tu cerebro.

Prueba cosas que normalmente no probarías. Lee libros de temas que normalmente no leerías. Luego utiliza ese conocimiento para informar tu expertise principal.
Haz las cosas que no haces por la preocupación que sean tachadas de raras. Invierte eso y halla modos de ser llamad@ rar@ más a menudo.
Tod@s somos raros a nuestro modo, especialmente si hemos escogido el juego como nuestro modo de acción común. Hazlo y aduéñate de ello.
La vida premia a lo raro.
Elige el humor. A veces nos hacemos pequeños porque elegimos la ruta seria. Es increíble cómo la creatividad puede fluir cuando hemos decidido divertirnos, ver las cosas desde el lado divertido.
Gamifica. Convierte las cosas en un juego, que de otro modo serían difíciles. Toda nuestra realidad cambia cuando asumimos el rol del jugador. Estamos más comprometid@s y aliviados.
Empieza a esculpir una buena bienvenida para la incertidumbre.

Desafía a tu reactividad emocional a la que tanto estás acostumbrad@.
Cuando no sabes qué te va a deparar el mañana, tíratelo a la espalda y respira.
Ahora empezamos a desarrollar nuestra habilidad de tolerar e incluso disfrutar de lo que no nos es familiar.
Somos mejores cuando aflojamos un poco.
Y la vida ya no nos asusta tanto.
Buen Martes!! 🙂
Artículo Original: «How life rewards those of us who play» en Medium
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