Seamos sincer@s, a tod@s, en algún momento, nos ha pasado por la cabeza este pensamiento. La impresión de que trabajamos más duro que nuestros compañer@s. La verdad es que lo más seguro no seas el único que trabaja duro, pero tu cerebro se encarga de que sientas que eres el único.
Seguro que, en el pasado, han habido momentos en los que has estado sentad@ en tu mesa, un poco rabios@, pensando por qué tienes que hacer tanto trabajo tu sól@. En silencio has maldecido a tus colegas a la vez que has pulido otra parte de ese gran proyecto. Si no fuera por tí, piensas, toda la oficina colapasaría sobre si misma combinada con el peso de tod@s sus holgazanes.
La misma cosa te puede pasar también en casa. Las parejas y l@s compañer@s discuten por quién se hace cargo de las tareas, y todos sienten que están haciendo mucho más que el otro.
Claro, es posible que estés tirando de tu propio peso y del de otros. A lo mejor estás rodead@ de gorrones y aprovechados y tú eres la única persona responsable. Pero existe una gran probabilidad de que no lo seas, a pesar que tus percepciones te indiquen lo contrario. Veamos el por qué.
Cómo tu cerebro hace que seas un mártir
Una explicación posible es que sufras un fenómeno común que l@s psicólog@s denominan como «sesgo egocéntrico«. Haciendo honor a su nombre, es nuestra tendencia a prestar más atención a nosotr@s mism@s que a l@s demás.

Esta es una parte de un gran cuerpo de investigación colectivo llamado «Teoría del Nivel Construal» que postula que la gente piensa de un modo más abstracto en las cosas y objetos que se hallan más distantes de ell@s que de las cosas que psicológicamente sienten más cerca.
Para much@s, esto tiene mucho sentido intuitivo, pero a menudo es difícil decir en qué preciso momento esta percepción está conformada por este principio. También nuestro sentido del tiempo cae bajo el paraguas construal.
Cuando se trata de tomar decisiones diarias, somos más proclives a centrarnos en los detalles de cómo llevar a cabo una acción que ocurra a corto o a medio plazo y a pensar de un modo superficial qué es lo que vamos a necesitar para llevar a cabo algo que se halla más lejos en el tiempo.
¿Por qué tardó tanto tanto en hacerlo?
Es obvio que la gente está más cerca de sí misma que de cualquier otra persona. Así que recordamos perfectamente el tiempo que tuvimos que esperar para que se imprimiera un documento, cuánto tardamos en buscar por internet una información o el tiempo que tardamos en crear ese Excel.
Pero aún sabiendo que algún@ otr@ ha compilado informes de cada uno de los empleados, por ejemplo, somos menos proclives a considerar cuánto tiempo pasaron en hacer esa tarea (enviar correos recordatorios, leer las respuestas, escribir los comentarios de unos sobre los otros y luego consolidar conclusiones coherentes de todo ese feedback)
Algunos estudios han examinado el sentido de las personas sobre la compensación justa de su propio trabajo en relación con el de otr@s y se ha hallado que el sesgo egocéntrico juega un gran rol en todo esto, mucha gente se atribuye, comparativamente, una considerable parte de la faena.
Así mismo, cuando preguntamos a un grupo de personas a estimar el porcentaje de contribución que han aportado al esfuerzo de un grupo, para después sumarlos, encontramos que el total excede el 100%. Casi tod@s han sobrevalorado su propia influencia.
Mantengamos la Perspectiva
El problema de las sobreestimaciones como la mencionada es que previenen que seamos capaces de reconocer la contribución de otras personas al éxito de un proyecto. Y como resultado tendremos la creencia que nuestras ganancias son resultado de nuestro propio esfuerzo. Incluso cabe la posibilidad que empieces a estar resentid@ con tus colegas por colgarse de tus faldones.
Esto puede acarrear grandes riesgos (no tan sólo para tu equipo sino para ti personalmente). Cuando las personas tienen un falso sentido de sus roles, aceptarán nuevas asignaciones sin poner el tipo correcto de equipo en lugar para asegurar que todos los detalles cuadren. Para protegernos de este problema es importante que estemos cerca y al tanto del trabajo de las personas que están cerca de nosotr@s.
Esto no implica colaborar en la ejecución. Pero, al menos, entender qué es lo que implica la ejecución de otr@s es clave. Al evaluar el éxito de un proyecto, no pensemos solamente qué han hecho nuestr@s colegas, imaginémonos los pasos que nosotr@s mism@s hubiésemos tenido que seguir para sacar adelante esa misma pieza de trabajo.
Asumiendo la perspectiva de l@s demás podremos empezar a ver el esfuerzo total del equipo en proporciones más precisas.
Y si eso no funciona, hagamos un café con nuestr@ colega y hablemos sobre su trabajo. Entremos en los pelos y señales (preguntemos los pasos que tiene que seguir para hacer lo que hacen). Se demostrará, con seguridad, que no eres el único que trabaja duro, aún cuando pienses y sientas que sí lo eres. Si reconocemos este punto, nos ayudará a sentirnos menos mártires y a ser mejores líderes.
Buen Jueves!! 🙂
Artículo Original: «Why you secretly think you work harder than all your collegues» en FastCompany.
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