En el transcurso de un día típico de trabajo, inevitablemente, nos pasan cosas positivas y cosas negativas. Si eres como la mayoría de personas, tenderás a centrarte principalmente o exclusivamente en las experiencias negativas. Son a las que les das más vueltas, las que explicas a tus amigos cuando vuelves a casa o las que compartes con tu compañer@ por la noche. Es terapéutico y a menudo sienta bien hablar sobre las cosas negativas.
Si alguien nos dijese de centrarnos tan solo en las las experiencias positivas de nuestro día nos molestaríamos. La gente tendemos a asociar la positividad redomada con managers sin experiencia que intentan exprimir un poco más de trabajo de sus comañer@s con posters del estilo «continúa sonriendo» en el call center.
De lo que la mayoría no nos damos cuenta es que las experiencias positivas (incluso las más pequeñas) nos suplen de recursos valiosos que se pueden usar para reducir el stress, incluyendo síntomas físicos como el dolor de cabeza o la tensión muscular. Nos facilitan el desacople del trabajo al final del día.
De la investigación que se ha llevado a cabo, se ha aprendido que pensar en eventos positivos de modo sistemático puede ser saludable. L@s investigador@s sugieren que, en lugar de dar vueltas a las cosas negativas, intentemos «saborear» (disfrutar, compartir y revivir) los eventos positivos de nuestro día.
Para la mayoría esto no sale naturalmente. La evolución y el imperativo de la supervivencia ha entrenado a l@s human@s a prestar una gran atención a todas las cosas negativas, además debemos añadir que nos acostumbramos tan rápido a las cosas positivas que pasan en nuestros entornos que a duras penas nos damos cuenta de ellas (es el típico No News, Good News –si no decimos nada es que todo va bien-). Pero una intervención simple nos puede ayudar a derrotar las dos tendencias.
Tengamos en cuenta un experimento que se condujo con el fin de estudiar los efectos de lo que se ha llamado las «tres cosas buenas» en el trabajo. Una de las metas de éste es mejorar el humor de las personas un poco deprimidas, pero además quisieron comprobar si también libera stress de trabajador@s sanas.
El equipo de investigador@s trabajó con emplead@s de clínicas familiares (enfermer@s, asistent@s, recepcionistas, etc). Se les pidió (hay que tener el cuenta que ést@s no sabían sobre qué iba el experimento) que entrasen en una web al final de su jornada laboral y completaran una «encuesta». Esta «encuesta» les pedía que gastasen 10 minutos escribiendo sobre eventos; grandes y pequeños; personales o laborales; que hubiesen ido realmente bien ese día y que explicasen el porqué esas cosas habían ido bien.
Las respuestas oscilaban desde informes sobre compañer@s que traían piscolabis al trabajo por el mero hecho de que era viernes, hasta historias de interacciones con compñer@s o pacientes que hacían que las personas se sintiesen bien consigo mismas. Por ejemplo, una enfermara escribió que «un doctor me ha hecho un cumplido hoy» ¿Por qué? «Porque sabía exactamente que hacer en una situación de emergencia y ayudé a un paciente que estaba teniendo un ataque epiléptico»
Después de 3 semanas, los niveles de estrés y las quejas mentales y físicas decrecieron. Aún más, en los días en que l@s participantes se concentraban en las cosas buenas eran más capaces de apagar los pensamientos estresantes relacionados con el trabajo en casa.
Esta simple práctica -escribir sobre tres cosas buenas que te hayan pasado- crea un cambio real en lo que la gente piensa y puede cambiar la percepción en cómo perciben sus vidas laborales.
También puede crear un círculo de feedback que mejora este impacto: las personas que reflexionan sobre las cosas buenas que han pasado durante el día tienen más tendencia a compartir esas cosas con la familia y l@s amig@s. Compartir eventos positivos con l@s demás crea conexiones entre las personas y crea vínculos, además de reducir el stress.
Aún más, mejora el sueño, hecho que nos conduce a tener un mejor estado de alerta y mejor humor; que a la vez lleva a más cosas positivas en el día siguiente.
Otros beneficios de este fácil ejercicio es que también aumenta la creatividad. El pensamiento creativo y la innovación se ven ensalzados por emociones positivas. El crecimiento, el desarrollo y el pensamiento cruzado salen de emociones positivas.
Quejarnos de nuestr@s compañer@s y nuestr@s jef@s es común, y puede ser valioso si te ayuda a hacerte oír y entender. Pero también hay inconvenientes cuando expresamos negatividad. La investigación no aclara del todo sobre si el centrarnos en hechos negativos nos ayuda a desfogarnos. Además, en un entorno laboral, los comentarios negativos se pueden extender por la organización vía «radio macuto» y causar mucho más daño.
No pasará que la gente pare de hablar de experiencias negativas en el trabajo. Es natural. Pero si hacemos el esfuerzo intencionado de centrarnos en los eventos positivos nos puede traer equilibrio. No se apoya la idea de poner poster felices, pero las compañías pueden tomar medidas para ayudar inteligentemente a las personas a darse cuenta de las cosas positivas y compartirlas. Por ejemplo, ¿qué tal si empezamos una reunión hablando de las cosas que han ido bien recientemente, en lugar de entrar diractemente a lo que necesita ser mejorado?
Esta charla en TED de Theresa Glomb titulada «Let’s make work better» (Hagamos el trabajo mejor) nos puede ser de utilidad:
Lo poderoso de este ejercicio sale en cuanto hacemos de ello una práctica diaria. Antes de encender la radio o entrar en una llamada, tomémonos un momento para reflexionar en las cosas buenas que han pasado en el trabajo. Hacerlo nos hará ver las cosas pequeñas, que ocurren naturalmente en nuestro flujo diario de eventos positivos, muy comúnmente desapercibidos.
Los Monty Python ya nos los decían: «Always look at the bright side of life»
Buen Martes!! 🙂
Artículo Orignal: «The Powerful Effect of Noticing Good Things at Work» en Harvard Business Review
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