«De un Capataz Virtuoso a un Sociopata Errante»
Es el 13 de Septiembre de 1848. Son las 16:30; la hora del día en que la mente empieza a divagar. Un capataz de la construcción del ferrocarril, llamado Phineas Gage acaba de llenar un agujero taladrado con pólvora y vuelve su cabeza para echar un vistazo a sus hombres. Este sería el último momento normal de su vida.
Normalmente nos referimos con Seudónimos o iniciales a otras víctimas de los anales de la medicina. Pero esto no aplica a Gage; él es el nombre más famoso de la historia de la neurociencia. Es irónico, pues, que conozcamos poco sobre él y todo lo que pensamos que conocemos, especialmente sobre como se desarrolló su vida después del accidente, probablemente sea una mentira.
«The Rutland and Burlington Railroad» contrató a Gage y a su equipo ese otoño para eliminar las rocas negras y duras cerca de Cavendish, Vermont; ya que era considerado el mejor de los capataces de la zona.

Gage se había hecho fabricar por un herrero una barra especial para él. Brillante como una javalina con un peso de aproximadamente 5 kilos y de casi 1 metro de alto (Gage medía casí 1,70 m) y que en su zona más ancha tenia un diámetro de 3 cm y acabada en punta:

Los trabajadores de Gage estaban cargando roca rota en un carro y, aparentemente, le distrajeron. Las historias sobre lo que ocurrió después que Gage girara la cabeza difieren un poco entre ellas. Una explica que Gage intentó comprimir la pólvora con su cabeza aún mirando a sus trabajadores, rozando su vara con los bordes de agujero causando de este modo una chispa. Otra explica que el asistente de Gage (quizá también distraído) falló en el momento de añadir arena al agujero y cuando Gage volvió de nuevo la cabeza y apretó muy fuerte la vara; pensando que lo estaba haciendo sobre material inerte. Independientemente de la historia, el hecho es que se creó una chispa en esa cavidad oscura que prendió la pólvora lanzando despedida la vara cual cohete.
El hierro penetró en la cabeza de Gage por el lado izquierdo del mentón. Le destruyó una muela superior, pasó por detrás de su ojo izquierdo y rasgó la parte inferior del lóbulo frontal izquierdo del capataz. Después se abrió paso hasta la parte superior de su cráneo, saliendo cerca de la mitad, justo por detrás de donde empezaba el nacimiento de pelo de Gage. Después de un vuelo parabólico, la vara aterrizó 22 metros más allá. Los testigos la describieron como manchada de rojo con sustancia mantecosas y de materia cerebral.

El impulso de la vara, lanzó a Gage de espaldas fuertemente. Sorprendentemente, él siempre afirmó que nunca perdió la consciencia. Simplemente se sacudió un par de veces en el suelo y, en unos minutos, ya estaba hablando y andando.
Se sintíó lo suficientemente firme para escalar hasta un carro de bueyes y dirigirse hasta Cavendish a dos Kilómetros de distancia.

En el hotel en el que se hospedaba se sentó en una silla del porche y charló con un transeúnte. El primer doctor que llegó pudo ver, incluso desde su carro, un volcan de hueso girado sobresaliendo del cuero cabelludo de Gage. Gage dió la bienvenida al doctor con un gesto de cabeza y humor socarrón diciéndole: «Aquí hay bastante trabajo para usted» («Here’s business enough for you»)
No tenía ni idea de cuán proféticas esas palabras serían. El trabajo aún continúa hoy en día, 166 años después.

La mayoría de la gente encuentra a Gage en cursos de neurociencia o psicología, de las que han aprendido un par de cosas: Los lóbulos frontales hospedan nuestras facultades más altas, la esencia de nuestra humanidad, la encarnación física de nuestros poderes cognitivos.
Cuando los lóbulos frontales de Gage se hicieron pulpa, se transformó. Pasó de ser un puro, acicalado y virtuoso capataz a ser un sucio, escalofriante y sociópata vagabundo.
Esta historia ha tenido una gran influencia en el entendimiento científico y popular del cerebro. Aunque nos resulte incómodo reconocerlo, casos de daños graves del cerebro causados en soldados, en víctimas de ictus cerebrales o del alzheimer; demuestran que hay algo humano que desaparece.
Trabajo histórico reciente, sugiere que mucha de la historia canónica de Gage está llena de sandeces, de licencias artísticas, de prejuicios científicos y completamente fabricada.
La verdad es que cada generación parece reinventar a Gage a su propia imagen, y conocemos muy poco sobre su vida posterior al accidente y su comportamiento.
Algunos científicos argumentan que, lejos de convertirse al lado oscuro, Gage se recuperó de su accidente y continuó con una vida normal; un posibilidad que, de ser cierta, podría transformar nuestro entendimiento de la habilidad del cerebro para sanarse solo.
Sea como fuére, no os perdáis el próximo capítulo de esta serie: «Gage ya no era Gage».
Buen Sábado!!